Ya he dicho en otras ocasiones la falta de preparación que hay en general
en las personas que nos decidimos a adoptar. Nadie nos prepara. Hablar de que
existe una mochila y que hay que aceptarla no es preparación y generalmente es lo que te dicen y en lo que insisten, poco más.
Yo creo que me di
cuenta muy pronto de mi absoluta falta de preparación. El reto emocional que suponía la personita que ya era mi
hija me explotó en las narices, porque, como siempre, fue mi hija la que me lo enseñó, la que me lo demostró.
De pronto un día te das cuenta de que al
adoptar no sólo tienes que aceptar su mochila, la tienes que la adoptar también, como adoptas sus carencias, sus
miedos, sus dolores, sus cohetes. Mi hija me requería cosas que yo ni me había
planteado. Emocionalmente era un ser desvalido, sin formar, lleno de dolor y
miedo.
No sé si mi fueron forma de ser o mi capacidad de observar o qué, pero de pronto sentí la necesidad de convertirme en un detective emocional, pendiente de sus reacciones. Lo
primero que vi con claridad es que ella no sabía ser hija, no sabía que era
tener una madre. Me llamaba “mamá” como me podía me podía llamar "sartén"; el
contenido semántico de cualquier palabra para ella era el mismo: nada. Ahí ya se marca una enorme diferencia con un
hijo biológico que no necesita aprender a ser hijo o a tener madre. Y Xiao
necesitaba aprender.
A través del espionaje emocional al que tenía sometido a Xiao me di cuenta de que yo necesitaba hacer un viaje interior. Reconocer mis
miedos y mis carencias, despojarme de mis prejuicios y aprender, de ella y de
otros. No es fácil decir cuantas cosas me daban miedo, de cuantas cosas me
sentí carente. Fue un proceso muy íntimo y personal. Me tenía miedo a mi misma,
a mis emociones, a mis recuerdos y mis experiencias. Ese viaje interior que
realicé me supuso aceptar, por ejemplo, sentimientos y emociones negativos
hacia mi propia madre, reconocer que existen y que los puedes controlar. Miedo
también a no ser la madre que deseaba ser, a no ser la que mi hija necesitaba,
a no tener la fuerza y la capacidad de darle lo que me pedía a voces. Y no era
sólo amor, era mucho más. Tenía delante un reto emocional y era necesario
convertirme en la persona que acompañase a Xiao de manera incondicional,
convirtiéndome en un sostén, dándole confianza e independencia por igual
durante el proceso necesario para
afrontar su historia, su dolor y su rabia. Y en eso me convertí, en su tutor de
resiliencia, en su contenedor emocional. Y aprendí a aceptar las emociones con
naturalidad, a dejarla ir por su propio camino, en mi compañía, pero su camino,
acompañándola a su ritmo y haciendo que se sienta sentida.
Emocionalmente es devastador, un camino escabroso y
complicado, pero se puede hacer. Es más, yo diría que no es que se pueda, es
que deberíamos hacerlo todos las personas cuando nos convertimos en padres,
especialmente si nuestro hijo tiene una historia previa que necesita afrontar y
superar. A mi ese viaje me ha llevado a ser mejor persona, por y para mi hija.
Es muy sano reconocer nuestros defectos, nuestros errores... analizar la familia de la que venimos para saber a cuál nos dirigimos.
ResponderEliminarMe pareces una gran mujer y una madre excepcional.
Gracias, guapa. Hago lo que puedo
EliminarCuanto me alegro de tu vuelta... un abrazo...
ResponderEliminarXiao me encantó lo que escribiste : )
ResponderEliminarEse viaje interior que mencionas es en mi opinión de lo más intenso que un ser humano puede hacer! Hay que tener mucho valor!!
Te felicito por ser una gran mujer y mamá!
Desde México un gran abrazo.
Mónica Castañeda U.